Paso a contar que me he quedado sin poesía, que he marchado como un clero en epifanías de romancero, subido al recelo de letanías, apoyado en las espinas, horneándome a fuego lento grito estos versos incorrectos. Protesto contra las apuestas a ganador, lamo la gota del sudor, veo tus ojos en los míos y me doy cuenta que otra vez he quedado perdido. Aún así sigo despierto viendo desde la ventana el rocío, la clausura del corazón rebelde y cobarde late confusa, la gotera de la canilla es un segundero, una súplica, un suplicio a la insensatez.
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